Nunca esperes que pase algo, nunca entres predispuesto a ningún lugar

sábado, 7 de enero de 2012

El Agua de mar no se va.


    Cansada de tantas reuniones, familiares molestos, cenas incómodas y la rutina de siempre, fue como si lo hubiese llamado con el pensamiento cuando su teléfono empezó a sonar: Era él. Aquel muchacho que conoció hace unos días atrás en la playa mientras el tejía un brazalete, tan distinto a todo lo que había visto como interesante. La invitó a escaparse aunque sea una noche de toda la falsedad que se respiraba ese día especialmente. Al principio dudó de aceptar pero necesitaba hacer algo que no hacía desde hace mucho tiempo: Vivir. Así que aceptó.


     No le importó el Volkswagen algo oxidado, ni el casette atascado de Peter Tosh en su reproductor, de hecho, no podía haber estado más contenta y asustada al mismo tiempo que en ese momento cuando se fueron alejando del pueblo y empezaban a bordear la costa. Música, playas favoritas, estilos de Surf, cine, comidas favoritas, siempre salía algo nuevo que decir sobre cada uno, el la escuchaba realmente, ella hablaba realmente, es como cuando le das verdadero sentido a tus palabras y tienen  sentido preciso de lo que se quiere decir,  guardaba silencio, sonreía, la hacía sonreir y bajar un poco la cabeza sonrojada, y apenas van 4 canciones del cassette de Peter Tosh.


     Cuando no pudo más le preguntó a dónde la llevaba, el  solo dijo: "A ver tu rutina de otra manera" y a pocos metros cruzó a la izquierda y se detuvo en un mirador. Le explicó de donde provenía el nombre de ese pueblo, como se fundó entre otras cosas, todo esto mientras ella, con los ojos cerrados esperaba con ansias lo que le prometió.


      Fue entonces cuando los abrió, y de repente el pueblo que tanto destestaba se convertía desde ese mirador en  paisaje más hermoso que jamás había visto: Las luces de las calles, tenues y amarillas dejaban su sombra incrustada en la orilla del mar, en donde los destellos de luz plasmados en el agua danzaban suavemente con un ligero batir del mar, un silencio de esos reconfortantes, sin música detestable, sin cornetas de carros, sin ebrios gritando en las calles, solo el batir de las olas y su inminente colisión con las piedras de la costa, la brisa suave, hacía sesiones de caricias en su rostro, ella y el, apoyados en la parte delantera de su oxidado Volkswagen, y ya van 10 canciones de Peter Tosh.


     El disimuladamente veía su cabello deslizándose con  el aire, en una danza improvisada que a el lo dejaba atónito, su sonrisa, sus ojos hechos de piedra negra y toda ella cubierta con una capa de luz lunar, el ya tenía claro que pasaba. Ella aún algo asustada por lo lejos que estaba y en cierto modo con un extraño con un vehículo que podía morir en cualquier momento, poco a poco le fue perdiendo importancia y lo comenzaba a observar, y percibió su aroma a mar y dulce, su cabello y su sonrisa, la hacía reír, ella ama que la hagan reir y no deja de mover los pies, no sabe muy bien que está pasando.


    Los años ¿Qué serán? ¿2? ¿3? que importa, la hace reír y es muy atento. Sacó del asiento trasero un cobertor para el frío y ella se arropó, le sorprendió encontrarlo limpio y suave, la predisposición es algo que en casa nunca faltó. Ya se acerca el momento, mira su reloj, y cuenta..5..4..3..2..1... -Feliz año nuevo Angela - Feliz año nuevo Andrés - y la tomó de la mano. Saben que este segundo será ínfimo, que jamás olvidarán, que nunca contarán y que siempre les vendrá a la mente. Ella no ha soltado su mano, encontró la seguridad que faltaba, encontró la paz que buscaba, descubrió que pasaba. Siguen sin soltar su mano, toca darle vuelta al cassette de Peter Tosh.


     Solo se escuchan a lo lejos los fuegos artificiales dejando rastros en el mar, como en perfecto espejo natural, el despliegue de colores y figuras los deja en silencio, solo lo interrumpen pare señalar uno que otro, cada vez queda menos tiempo, no sueltan sus manos, ella la toma con fuerza, el entendió, y en total sincronía con las olas se besaron como nunca antes lo habían hecho, como la pieza que encaja en un rompecabezas, sus labios parecían diseñados el uno para el otro. Hay que irse, y una lágrima rodó por su mejilla, la cual el no quiso limpiar, entendió que esta había que dejarla corre en honor a lo que pasaba y lo que pasaría...

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