Nunca esperes que pase algo, nunca entres predispuesto a ningún lugar

domingo, 6 de junio de 2010

Hoy acabó la guerra

Nuestro campo de batalla, nuestro waterloo, hoy nuestro apartamento ha quedado en silencio, reducido a cenizas, escombros de recuerdos, y con miles de cadáveres de palabras regadas por el piso, solo me quedo viendo por la ventana y trato despirar aire de la fría noche en Barcelona, mientras analizo como ha quedado el ring que esta noche se prestó para la batalla final.

Y ahora que solo me queda silencio, empiezo a extrañar tus gritos, empiezo a extrañar el gemido que hacías cuando intentaba abrazarte y pedirte que entendieras de una manera racional.

Pero de todo lo que intenté, sólo me queda el porta retrato de nuestra foto favorita hecho trizas, la vajilla de mamá hecha rompecabezas y un morado en mi ojo a causa de tu puntería y un florero muy cercano a tus manos. Ya nuestra sala llena de oscuridad, no muestra más que la sombra de un hogar desecho, un oscuro intento de comprensión, una muestra de que nuestra demencia es capaz de volver Hiroshima cualquier sitio donde estemos juntos.

Pero nuestra ira a veces nos ciega, no quisimos escuchar lo que el otro tenía que decir, y hoy, soy el napoleón derrotado, sentado en mi sillón, sólo con un morado en el ojo, una lágrima en otro, y tus maletas en la puerta.

Hoy acabó la guerra, y solo quedará lamentar las pérdidas, sólo que esta guerra no tiene vencedor, ya que te marchas sin tu segundo al mando, ya que me quedo sin mi segunda al mando.

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